Eguzkilore en medio natural Fuente: Elaboración propia |
Desde el inicio de nuestros orígenes, los seres humanos nos hemos visto en la necesidad de creer en algún ente, algún ser, una fuerza natural que de cobijo en los momentos de debilidad y que en cierta manera transmita fortaleza o brinde ayuda de manera divina.
Así, a lo largo y ancho de la Tierra, existen innumerables creencias religiosas o paganas, en forma de mito o leyenda que caracterizan la cultura y sociedad del lugar, formando a pasar parte de su etnografía.
En el siguiente post, os voy a hablar de una costumbre arraigada en el pueblo vasco que tiene como principal objeto una flor: la Carlina acaulis o más comunmente conocida como Eguzkilore o Flor del Sol.
Se trata de una flor muy peculiar de color amarillo que puede oscilar su tamaño entre los 8 y 13cm de diámetro, rodeada por unas hojas verdes, largas y espinosas a forma de corona; tallo rígido que tiene su floración desde el mes de junio hasta septiembre en montañas, pastizales y prados del norte de España ( Pirineos, Navarra, La Rioja, norte de Burgos y Cantabria), así como en países nórdicos como Islandia, Noruega o Suecia.
La magia de esta flor se remonta a hace miles de años, cuando los primeros pobladores de la Tierra, asustados por los ensordecedores ruidos que surgían de las entrañas de ésta, así como de la oscuridad que los rodeaba, la pidieron ayuda para superar sus temores. De esta manera, apareció la Luna, que emitiendo una tenue luz consiguió que tras los primeros recelos, los hombres salieran de sus cuevas, pero no era suficiente para paliar sus miedos.
Así pues, volvieron a pedir a Amalur, la Madre Tierra, que crease algo más poderoso que acallase los demonios que salían de su interior, y creó el Sol; de tal manera que a partir de ese momento la Luna sería la noche y el Sol, el día. Desde ese momento, las criaturas que atormentaban a los primeros pobladaores solo les asustaban cuando era de noche, por lo que, una vez más, rogaron para que apareciera algo más poderoso que fuera capaz de acabar con ese miedo. Amalur, dejando claro que sería la última, creó la Eguzkilore, una flor tan amarilla, con unos pétalos que salen desde su centro como rayos, para que los mounstros de la noche cuando la vean, se crean que es el mismísimo Sol y así les dejen vivir más tranquilos.
A raíz de ahí, y hasta nuestros días, se crea la costumbre mitológica de colgar en la puerta del hogar, para defender la vivienda de los malos espíritus, de las brujas que por antaño acechaban el lugar, de las tempestades, enfermedades y de los rayos.
Bien es cierto, que actualmente, está totalmente prohibida su extracción del medio natural, debido a que es una planta que se encuentra protegida por estar categorizada como planta "rara" o "flora amenazada", por lo que aquellas viviendas que la tengan colgada, se entiende que son flores procedentes de cultivo o una reproducción artesana.
Esta flor se ha convertido así, en uno de los símbolos de Euskadi, que debido al cambio de las condiciones climáticas y de la osadia del ser humano para su recoleccción, se ve amenazada. Sería una pena, que una tradición que lleva siglos y siglos en el pueblo vasco, termine por la falta de conciencia y respesto del ser humano a la naturaleza. Por tanto, desde aquí mi granito de arena para que se conozca un poquito más sobre esta curiosa y bella flor, y abogar por la buena fe del ser humano para que esta tradición pueda mantenerse generación tras generación.
Se trata de una flor muy peculiar de color amarillo que puede oscilar su tamaño entre los 8 y 13cm de diámetro, rodeada por unas hojas verdes, largas y espinosas a forma de corona; tallo rígido que tiene su floración desde el mes de junio hasta septiembre en montañas, pastizales y prados del norte de España ( Pirineos, Navarra, La Rioja, norte de Burgos y Cantabria), así como en países nórdicos como Islandia, Noruega o Suecia.
La magia de esta flor se remonta a hace miles de años, cuando los primeros pobladores de la Tierra, asustados por los ensordecedores ruidos que surgían de las entrañas de ésta, así como de la oscuridad que los rodeaba, la pidieron ayuda para superar sus temores. De esta manera, apareció la Luna, que emitiendo una tenue luz consiguió que tras los primeros recelos, los hombres salieran de sus cuevas, pero no era suficiente para paliar sus miedos.
Así pues, volvieron a pedir a Amalur, la Madre Tierra, que crease algo más poderoso que acallase los demonios que salían de su interior, y creó el Sol; de tal manera que a partir de ese momento la Luna sería la noche y el Sol, el día. Desde ese momento, las criaturas que atormentaban a los primeros pobladaores solo les asustaban cuando era de noche, por lo que, una vez más, rogaron para que apareciera algo más poderoso que fuera capaz de acabar con ese miedo. Amalur, dejando claro que sería la última, creó la Eguzkilore, una flor tan amarilla, con unos pétalos que salen desde su centro como rayos, para que los mounstros de la noche cuando la vean, se crean que es el mismísimo Sol y así les dejen vivir más tranquilos.
A raíz de ahí, y hasta nuestros días, se crea la costumbre mitológica de colgar en la puerta del hogar, para defender la vivienda de los malos espíritus, de las brujas que por antaño acechaban el lugar, de las tempestades, enfermedades y de los rayos.
Dos ejemplares de Eguzkilore en la puerta de una casa, una flor cerrada la otra abierta Fuente: Elaboración propia |
Bien es cierto, que actualmente, está totalmente prohibida su extracción del medio natural, debido a que es una planta que se encuentra protegida por estar categorizada como planta "rara" o "flora amenazada", por lo que aquellas viviendas que la tengan colgada, se entiende que son flores procedentes de cultivo o una reproducción artesana.
Esta flor se ha convertido así, en uno de los símbolos de Euskadi, que debido al cambio de las condiciones climáticas y de la osadia del ser humano para su recoleccción, se ve amenazada. Sería una pena, que una tradición que lleva siglos y siglos en el pueblo vasco, termine por la falta de conciencia y respesto del ser humano a la naturaleza. Por tanto, desde aquí mi granito de arena para que se conozca un poquito más sobre esta curiosa y bella flor, y abogar por la buena fe del ser humano para que esta tradición pueda mantenerse generación tras generación.
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